El Deshabitado
Sábado, enero 4, 2014
Décadas atrás, el bloqueo de caminos era una última y
desesperada medida del pueblo para sensibilizar y hasta derrocar, al poder
establecido, era el grito que acompañaba las heroicas acciones de los
asalariados cuando iniciaban las presiones contra el gobierno dictatorial de
turno, pero luego, como casi todas las cosas, idearios y paradigmas, fue
asumido por la derecha y utilizado en sus aventuras como en el golpe civil
prefectural, las intentonas separatistas, el racismo que se ejerció contra los
campesinos en Sucre, el asalto a la Constituyente, las huelgas de hambre de los
“clase medieros de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, además del movimiento de
los pañuelitos blancos.
Hoy es utilizado como aguerrida bandera por los empresarios
del transporte que amenazan a los ciudadanos de todo el Estado con un bloqueo
de caminos nacional y un paro indefinido “para imponer” el incremento en los
precios de los pasajes a todo nivel, desde los interdepartamentales hasta los
urbanos en nuestras ciudades. Verdaderamente es un sin propósito.
Estos empresarios privados pretenden imponer su voluntad e
infinito afán de enriquecimiento rápido a costa del ciudadano que, en última y
primera instancia, es el titular y representa el ejercicio pleno de la
democracia, por lo menos de esta que vivimos.
Lamentablemente, las alcaldías, por lo menos la de La Paz,
prefirió el cálculo electoral antes que la defensa de la economía popular,
mientras que la ATT clavó un puñal en la espalda del pueblo y del propio
Gobierno al aprobar el incremento de hasta el 20% en las tarifas
interdepartamentales.
Puede ser cierto que estos empresarios precisen un
incremento en sus ganancias, pero también tienen que reconocer que en
contraposición tienen que ofrecer un buen servicio, eficiente y de calidad, aspectos que se hacen
extensivos al vehículo como al
conductor, a quien no le podemos reclamar nada por su salud mental, pero
sí por lo menos un poquito de higiene, entre otras cosas.
Parece que la ATT no midió las consecuencias políticas,
económicas y sociales, además de la vigencia de un año electoral, al aprobar el
aumento señalado, ya que cualquier modificación en el transporte inmediatamente
se refleja en el precio de los artículos de primera necesidad por su efecto
multiplicador.
Empero, el transporte interdepartamental tiene igual o más
objeciones que el urbano porque su parque automotor es vetusto, no cumplen los horarios establecidos, no
funcionan los baños, los vidrios están atascados y hay que soportar el calor o
el frío estoicamente, los choferes siguen bebiendo mientras conducen, meten
pasajeros en las maleteras y, en general, el servicio es malo, pero al igual
que los empresarios del transporte urbano se atreven a amenazar a la población.
Era un servicio, no una actividad empresarial privada
Décadas atrás, sólo circulaban por nuestras estrechas
calles, cómodos y hasta lujosos colectivos dirigidos por seres humanos que
tenían como prioridad la atención al pasajero, a la colectividad y no el afán
de lucrar a costa, inclusive, sin importarles la vida de los transportados.
En esos años, ellos mismos se controlaban, en coordinación
con los agentes de Tránsito, tenían horarios y “comisarios” que cuidaban que
los motorizados no tarden más de lo establecido para una determinada ruta y
había sanciones.
Hoy hacen lo que les viene en gana. Una línea de trufis y
minis está vigente sólo si es rentable, los automotores desaparecen en las noches, feriados, sábados y domingos.
Son tan creativos y astutos, estos empresarios, que crearon
lucrativos circuitos como el que cumplen desde el Ministerio de Salud hasta el
Estadio Bolívar, volver por Bello Horizonte y así dar mil vueltas llenándose
los bolsillos de dinero, mientras los vecinos que viven en Pasankeri, Satélite
y El Alto no tiene a quién quejarse y sumisos aceptamos el yugo empresarial.
Ejemplos como este abundan en las otras zonas y barrios de la sede de Gobierno.
El último accidente en la autopista nos muestra como estos irresponsables
compran sus licencias de conducir y rosetas de inspección técnica en cantidad y
en complicidad, por supuesto, de las autoridades de Tránsito, mientras el
ciudadano pasa a mejor vida sin pena ni gloria.
Cuándo nos pisaron el poncho
Fue cuando la ciudad creció y El Alto dejo de ser un barrio
más de La Paz. Fue cuando el neoliberalismo sentó sus reales en Bolivia. Fue
cuando el mercado y la libre competencia permitieron que cualquiera sea chofer
dejando de lado el nobiliario título de “maestro conductor”. Fue cuando
permitimos que la oferta y demanda manejen nuestras vidas. Fue cuando por la
premura para llegar a destino permitimos que nos conduzcan como borregos.
Así fue que permitimos el quinto pasajero. Así fue que
permitimos que vehículos diseñados para transportar nueve personas carguen 15
sin contar “la espaldera”. Así fue que permitimos la vigencia de los “minis”
que en lugar de transportar seis pasajeros, carguen hasta nueve. Así fue que
permitimos los “banquitos de madera”.
“Antes” se coordinaba con las juntas vecinales y la
Dirección de Tránsito la vigencia de las líneas y nadie podía inaugurar otras
sin el permiso correspondiente, hoy calle nueva que se habilita es invadida por
estos empresarios sin que autoridad ni poder vecinal pueda hacer algo.
Son los mismos que, de acuerdo a si está llenos o no sus
vehículos de “pavos”, como acostumbran llamarnos, deciden volver nuestras
callejuelas en circuitos de competencia o esperar a llenar sus movilidades, sin
importarles cumplir un horario, una ruta, una tarifa, un servicio.
Lo que más les interesa es medrar a través de las rutas
cortas y lucrativas dejando para nadie los tramos largos.
Su cinismo y sinvergüenzura es tal que colocan avisos en sus
motorizados solicitando “movilidades para línea rentable” solo porque a ellos
les parece que la ciudad precisa una nueva línea de locos.
De este caos, todos somos responsables, los gobiernos por no
crear fuentes de trabajo estables y dignas, permitiendo que el transporte
vuelva a ser un servicio y no un negocio, las autoridades por no reglamentar el
transporte público en general y nosotros, los ciudadanos, por permitir ese
caos.
Empero, parece que llegó la hora de recuperar nuestra
dignidad y nos enfrentemos, en el buen sentido de la palabra, a estos empresarios
privados del transporte hasta las últimas consecuencias y los metamos en
cordura.
Es hora que los vecinos, la gente, el pueblo diga basta y
enfrente a los empresarios privados del transporte, inclusive por encima de
algun@s periodistas que ahora, curiosamente,
los apoyan.
MAR
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