Era un sábado como tantos otros. La radio entregaba generosa su escenario a todos los que quieran cantar y decir algo. El hombre entró silencioso y penetró en la sala sin que nadie se percatara, lo hizo como la noche penetra en el día, como la muerte lo hace en la vida, como la realidad se impone a los sueños, lenta, pero irremediablemente.
Mientras auscultaba a la gente que lo miraba, se sentó en un banquito de madera, cuyas tres patas parecían no resistir tanta humildad, sabiduría, bondad y grandeza, pero, sobre todo, sufrimiento e ira contenida; tiró para atrás parte de su eterno poncho negro mostrando una guitarra que lentamente empezó a pulsar, levantó sus ojos, fijo en la eternidad su vista y agradeció los aplausos: “…muy amables, muchas gracias…muy contento de estar en este rinconcito donde yo entiendo el folklore de una determinada manera, como la expresión integral del hombre, como la manifestación total de él, es decir, el hombre mediante el folklore, le canta al amor, le canta al paisaje, le canta a la Patria, le canta a la mujer amada, pero también le canta a su problemática social y nosotros los que queremos ser folkloristas no podemos eludir ese tema, porque eludirlo sería cobardía…”
Honesto con su filosofía y él mismo, este hombre entrego su vida, cuerpo y espíritu al pueblo en la guerrilla de Teoponte.
Hoy, nosotros lo reivindicamos, porque parangonando su sentencia, creemos que los trabajadores de la prensa tenemos un compromiso con nuestro pueblo y su problemática social y como él no somos cobardes…
COLECTIVO BENJO CRUZ
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